Volviendo al panorama de la dirección, Carlos Cuarón nos hace entrega de su segundo largometraje (el primero fue Rudo y Cursi), Besos de Azúcar. Una historia que cuenta el andar de Nacho, el protagonista , un niño de 12 años que vive en los suburbios de la Ciudad de México, en la zona de Tepito específicamente, que sufre un continuo Bullying tanto escolar, social y familiar; y vive refugiado en la única atracción que encuentra como salida a todo su entorno: la máquina de tecno-dance, y lo hace bailando en compañía de su buen amigo el Cacayo.
La vida de adolescente de Nacho cambia drásticamente cuando conoce a Mayra, una niña hija de la lideresa de los comerciantes y se enamoran de manera espontánea haciendo que sus vidas se vean amenazadas por las familias de ambos, tendrán que demostrar que el amor logra derribar cualquier obstáculo que se interponga entre ellos.
¿Qué tal la historia?, bueno, tenemos ante nosotros una historia que nos han contando una y mil veces, pero sólo con un enfoque diferente, una constante violencia familiar hacia los hijastros y lo ya tan visto, la preferencia de la propia madre hacia su pareja lejos de su hijo. La historia del protagonista se desarrolla en un núcleo familiar totalmente disfuncional lleno de violencia, tanto verbal como física, y añadiendo los cuadros de corrupción de los comerciantes, mostrando la realidad que se vive en los tianguis principalmente encubiertos por los funcionarios peleándose el territorio y midiendo fuerzas de poder con el gremio mercantilista.
Besos de Azúcar es un estereotipo de película que sobre pasa los excesos del lenguaje, de actuaciones, hay escenas que están de más, el modo de hablar de los personajes de forma cantadita parecen sacados de historietas, son tan caricaturescos que da la impresión que son de chiste, lejos de llevarnos a un drama que es el que tratan de contar.
Las actuaciones carecen de fuerza escénica por parte de los protagonistas, no se logra creer la relación de estos personajes, no hay química alguna con ninguno de los demás personajes, un tibio panorama actoral, suenan más los gritos de todos durante la película que las propias actuaciones.
Así es esto, una película que nos regresa al albur, a las malas palabras, a las escenas subidas de tono, a la banda de la cuadra, de los pobres creyéndose ricos, de la marginación, dando como resultado una historia más que se pudo contar sin tanto exceso, y dejar que sobresaliera la historia de amor juvenil que trataron de contar. |